El espejo… ese maldito espejo. La habitación resulta oscura y borrosa comparada con la clara nitidez del espejo, la aparente perfección de sus formas y de quien se encuentra detrás. Desearía poder reducir a esquirlas ese maldito espejo. Desearía destrozarlo pero eso acabaría, de alguna manera, con una parte de mí mismo. Además sería estúpido, solo es mi reflejo, aunque una degradante imagen de mi persona.
Veo en mis pupilas, como pequeños pozos de oscuridad, toda la maldad que encierra mi alma putrefacta. Nunca me di cuenta.
Veo en mis pupilas, como pequeños pozos de oscuridad, toda la maldad que encierra mi alma putrefacta. Nunca me di cuenta.
El sonido de una gota de sudor al chocar contra el suelo amenaza con romper la serena constancia de una pregunta que resuena en mi cabeza. El me mira, le miro; creo que ya no lo soportare mucho más.
Tiemblo, me hago un ovillo delate de él, parece burlarse. Tiemblo, gotas de sudor se precipitan por mi piel. Me balanceo, no me alivia, y mis músculos se agarrotan. Mi cara empieza a formar una mueca grotesca y mis ojos inyectados en sangre miran fijamente al frente, en constante lucha con los ojos que le devuelven la mirada. Hundo las uñas en mis palmas intentando distraerme, último esfuerzo por escapar de su mirada. La sangre corre por mis muñecas.
Le miro, suelto una carcajada, tiene el rostro de un loco.
Le miro, suelto una carcajada, tiene el rostro de un loco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario