Desesperado, y aún así, seguía caminando.
Desesperado seguía, sin saber exactamente a donde iba. Decidió llevar a cabo la respuesta última a su vida: su muerte. Decidió despegar, poder volar, y ya nunca volver a posarse en el suelo.
Así, su destino quedó sellado y con una nueva expresión en su rostro arrugado (desagradecido fruto de su trabajo), quedó pendiente de una cuerda, asta de su bandera e interrogante sin respuesta.
Solo queda un insulso silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario