jueves, 1 de septiembre de 2011

Estaba leyendo, ya sabes, una de esas recopilaciones de relatos "underground", realmente oscuros. Su título es "Compraré un rifle", creo. Suelo tener la sensación de que pretende absorberme. Era justo ese tipo de libro de relatos que leo cuando me apetece torturar un poco más mi alma herida. Es estimulante explorar mis límites. Cuanto menos, es el mejor experimento al que puede someterse un alma perturbada, aunque tampoco alcance un buen nivel como perturbado. En el fondo, es decepcionante ser un inútil incluso en esa materia.
*    *    *
He ido al servicio, he hablado con ella un rato. Cuando ha colgado, he llorado un poco, contra la toalla, como de costumbre. Le he dicho (sí, a la toalla) que es a quién más abrazo últimamente, he vuelto a llorar (esta vez, un poco más). Después la he tirado al suelo y la he pateado con fuerza hasta cansarme. Voy a cenar, hasta luego.
*    *    *
Aquí estoy, me he apresurado al cenar, no se exactamente para qué. Últimamente entiendo el tiempo como algo primordial y me escama el no saber en que emplearlo. Me siento perdido ante tanta pérdida de tiempo. Soy tan consciente de cada segundo que siento punzadas de remordimientos cada vez que uno pasa, tal vez si me persona sirviera para algo. Pero cada palabra es una palabra olvidada y cada minuto, tiempo perdido. Voy a ver la televisión un rato, quizás consiga hacerme olvidar por un momento.
*    *    *
Volví, han llamado, al principio deseé que hubiera sido ella, después me alegre. Enrique, simplemente, no tiene nada con que herirme. Creo que voy a acostarme