miércoles, 7 de enero de 2015

Tener principios
Y no poder encontrarlos
Temer a la indecisión
Al gris
Odiar escribir
Odiarlo tanto como me odio a mí mismo cuando escribo
Como odio al mundo cuando se ríe de mí
Y lo hace
¿Puedo perdonarlo por arrebatarme las ganas de ser?
¿Por desgarrarme el alma y convertirme en un intento de alguien cuando ya creía haberme encontrado?
No sé nada
Solo que no quiero estar aquí

Me contaron una vez una mentira
Decían que para escribir solo necesitabas sentarte a la mesa y crear
Pero crear no es una afición
Ni de lejos un placer
La creación es un oscuro juego de los dioses para reírse de nosotros
Se lleva con cada pieza parte de tu alma

Y nunca volverás a verla

La mañana que todo terminó me levante y no sentí nada
Y todavía me falta
Me falta la fuerza, el fuego
La llama


Estudiando la luz que cortan los árboles a ciertas horas
Mojando en té la galleta de la fortuna
Fumándonos las horas con aire desafiante y una confianza pasmosa
No hay mundo más bello que el que jamás ha existido
No hay luz más fuerte que la de la llama de una idea

No mayor ingratitud que la que nos arrastra desde que hay memoria

domingo, 2 de noviembre de 2014

Aquí estamos otra vez, ya casi no recordaba lo que se siente. Puede que mis dedos hallan perdido agilidad (argh, estoy oxidado, las palabras no fluyen), pero quizá he ganado en circunvoluciones (o no, vete a saber, miro atrás y me veo más tonto hace tres días que hace tres años, al fin y al cabo hace tres años tenia la inocencia a mi favor, hoy, ¿cuál es mi excusa?)

Y si mis preciadas circunvoluciones me alejan del común de la humanidad, bienvenidas sean.

También he perdido en dramatismo lo cual es bueno y es malo, ya que también he perdido en romanticismo (no mucho, sigo siendo yo). Al fin, menos postureo y más alma (o eso creo), más inseguridad, más relativismo, menos pedantería (tal vez), más por mí y menos por vosotros (seguro que sabréis superarlo). Soy un poco más duro, no mucho, por desgracia, aunque pretenda serlo como el granito.

Esto siempre ha sido un ejercicio de egoísmo, por lo demás intentare mantenerme en una entrada al mes, como mandan las viejas tradiciones de este blog.





domingo, 25 de noviembre de 2012

Dragones de Hojalata


Consideraba solo un puñado de notas como la espina dorsal de mis canciones, algo así como un estribillo picante y travieso, pero cuando me sentaba al piano las melodías se trastocaban. Dos tonos más arriba, tres más abajo. Tal vez mi piano era un miope poco acertado con su oculista o tal vez era yo.

Como autor frustrado hay que decir que era uno de los mejores. Mi música sonaba en los anuncios de cereales “Osito Crujiente”, así como en las gamas “Osito Meloso”, “Osito Frutas del Bosque” y “Osito sin Azúcares Añadidos”. Todos los días veía a ese Osito reír y convertirse en cereales, reír y convertirse en cereales, era algo que no podía soportar.

Cuando tenía 20 años compuse los temas de dos musicales. El nunca estrenado “Dragones de Hojalata” y “Los Placeres de Santa Teresa”. Dragones de hojalata habría sido una obra maestra, pero no se encontró a nadie para financiarla, o algo así. No asistí al estreno de los Placeres.

Estaba bloqueado de alguna manera, pero funcionaba. Ya sabes a que me refiero, no es como si te congelaran y pudieras ver el mundo girar a tu alrededor, es como si lo supieras todo y pero solo pudieras contar la mitad, era como si tuviera miedo de mi música y no me dejara sacarla fuera. No sabía si estaba en mi cabeza o en mis manos, o en el piano. Y los demás sonríen y dicen <<Bien, está muy bien, queremos que sigas así>> y piensas <<Eso no es lo que yo quería decir>>. 
Pero ellos solo dicen bien y te pagan en cheques al portador. Así que me quedo callado porque al final todo está bien. Y vivo imaginando música que no es mía y cobrando los cheques de otro. Pero oye,  es buena música, a los chicos les encanta, y podría hacerlo igual de bien mañana o el mes que viene.
Aún así los neones de Broadway todavía brillan en mi cabeza algunas noches. Esas noches son las mejores. Veo el cartel de Dragones de Hojalata entre El Fantasma de la Ópera y Chicago, a veces Los Miserables. Y siempre hay mucha gente mirando los carteles. Y ahí están los Dragones, en el centro, brillando con fuerza. Y cobran vida y vuelan y todo el mundo parece muy emocionado por ellos. Y me despierto llorando de felicidad, pero nunca dura mucho.

Un día le enseñe “Dragones de Hojalata” a mi agente, le había hablado mucho de la niña y sus dragones de papel de plata, de cómo los colgaba siempre del techo para que la vigilasen por la noche, de su padre, que una tarde los aplastó y tiró a la basura y de cuanto había llorado la niña esa noche. Cuando leyó el guión y escuchó las partituras me dijo <<Es demasiado real, frío. Pero has mejorado, no cambies, chico>>.
<<¿Qué?>> Le respondí.

lunes, 1 de octubre de 2012

La muerte de los dragones

A veces intento escribir
y solo miro hacia abajo
y la mesa es como el mundo
viejo y desgarrado
donde se abrieron valles que sangraron
polvo de astillas

Hay mucha infancia agria y dolorida
ahí
casi toda perdió el sentido
hace mucho tiempo

Por entonces brillaban los dragones de hojalata
cuando morían
entre chispas prendidas con lágrimas de saurio
y el tamaño de nuestra entrepierna
era a la inversa
proporcional a nuestro coraje
claro
que no no había muerte a la que tener miedo
solo cuentos de caballeros bajo las sábanas

Y las mujeres eran todas bellas
como la muerte de los dragones.

sábado, 25 de agosto de 2012

Paranoia hiperespacial


Cuando tras las líneas enemigas estalló la alarma ya era tarde para Pepper y sus chicos. Su frágil intento de flanquear el grueso de las tropas de Gadrick el Resurgido para llegar hasta él había fracasado. Ya solo restaba oponer flaca resistencia al Gran Príncipe Demonio y a sus huestes. Aún con tan mal pronóstico, el ánimo de Pepper no decayó, no por su estricta determinación en la batalla ni por su afán incontenible de sangre y fuego. Sino por su seca incapacidad para sentir cualquier cosa. Cuando sus espectros canópticos se vieron rodeados por un regimiento de caóticos adoradores de Khorne dirigidos por el mismísimo Lord al que habían ido a buscar, solo experimento cierta confusión (hasta donde era capaz de experimentarla) y poco después cambiaba su estrategia al clásico “aguantar y disparar”.

Desvelado tras la interrupción, el Príncipe Demonio regresó a su tienda legañoso y cabreado. La fugaz incursión necrona le había hecho levantar de su lecho sin apenas poder arreglarse. Se había lanzado a la batalla en pantuflas y ropa de dormir empuñando su Abrasaalmas (un espadón bastante pijo, regalo del mismísimo Mr. Khorne por cierto apocalipsis caníbal llevado a cabo para su gloria en algún planeta de la Franja Este de La Galaxia). Ahora regresaba demasiado excitado como para dormir pero demasiado cansado como para hacer algo productivo. Finalmente se acurrucó en su sillón preferido y rascó su peluda panza en honor de Slaanesh (dios de los más bajos placeres). Comenzó preguntándose por la misteriosa presencia de Necrones en su campamento, ¿acaso no era un ejército Tau lo que esperaba desde hacía una eternidad? Había pasado ya una semana desde que recibiera un holopergamino con una invitación cargada de grades dosis de ingenuidad de parte del Imperio Tau y de su general al mando, Mon O’Keylla. En ella ofrecían a sus Marines y a él mismo a una alianza con idea de alcanzar el “Bien Supremo” entre todos. “Alguien tiene que espabilar a estos hippies colgaos o van a acabar muy mal, muy muy mal”, pensó, “con suerte podré ser yo”.
Volviendo a los Necrones, ¿de dónde salían todos esos viejos latosos en aquél momento? Parecía probable que su acampada hubiese perturbado la paz de un mundo necrópolis subterráneo sin saberlo. En cualquier caso, no cabía duda de que se encontraba de mierda hasta el cuello, si no llegaban pronto esos perro flautas tal vez tuviera que enfrentarse primero a los Necrones y, quién sabe, quizás mermaran sus fuerzas lo suficiente como para tener que aceptar el tratado de los Hippies Espaciales por seguridad. Con la mente nublada por sus problemas, creyó conveniente dormir un poco para intentar verlo todo más claro por la mañana. Después de beberse un buen vaso de sangre caliente con canela en rama y unas gotas de limón, se metió entre sus sábanas y se durmió bajo la protectora mirada de los Dioses del Caos que le observaban desde los pósters de las paredes. Fuera de su tienda, los primeros rayos de la rojiza y agonizante estrella de Ghonis XII nacían de entre las cordilleras rocosas del Norte (de acuerdo con la peculiar rotación de Ghonis XII).

En alguna parte del subsuelo, el Phaeron Sehnsukh, de la dinastía Nekas veía frustrada su tentativa de asesinato sobre el general de las tropas acampadas en lo alto de su palacio que le estaban provocando unos terribles desconchones en la pintura del techo. “¡Mis frescos, mis frescos!” gritaba corriendo como un poseso instantes después de despertar del Gran Letargo gracias a un trozo de un mural que le había caído en los morros con las primeras sacudidas (este antiquísimo fresco representaba al dios de los Necrones creando a la primera necrona a partir del quinto metacarpiano del pie izquierdo del primer necrón). Con su intento de regicidio había pretendido dar una patada espiritual en los huevos al enemigo, con la idea de tenerlo aturdido para una sesión de violación anal (metafórica, por supuesto) a la mañana siguiente. Ahora solo le quedaba el placer de desarrollar un largo discurso aleccionador para la nobleza de su Corte, sobre cómo afrontar los golpes de la fortuna sin caer en las férreas manos de la desesperación y blablablá… Del Sehnsukh de antes de la Biotransferencia quedaban pocos retazos de genio militar pero su incontenible pedantería se había mantenido durante milenios y se había añadido el anhelo de sentir, lo que le llevaba a dramatizar exageradamente cuando creía que correspondía (según había visto en la telenovela que ponían después del Informativo Galáctico). No era raro verlo desmayarse en brazos de sus Necroguardias al ver pasar a una linda necrona, para esta ocasión, decidió encerrarse en su habitación con un gran cubo de helado de tiramisú (su preferido) mientras se sonaba el fluido hidráulico que supuraba de las juntas de sus fosas nasales mecánicas.

A la mañana siguiente, más allá de las cordilleras rocosas del Norte, Mr. Mon O’Keylla y sus guerreros del fuego avanzaban implacables a través de la desértica llanura que conformaba el 90% de la superficie del planeta. Enfundado en su armadura de combate, y gracias al moderno aparato de aire acondicionado instalado recientemente en su armadura en previsión de la campaña que estaba por llegar, O’Keylla pasaba el rato sin pena ni gloria, resolviendo crucigramas y sudokus a tutiplén (su módem solo funcionaba a ratos por culpa de aquellos condenados granos de arena que se colaban por todos los resquicios de su equipo). En vista de que la caravana llegaría esa misma tarde al campamento de las Hordas del Caos, O’Keylla había puesto a sus hombres a dibujar palomas de la paz mojando las palmas de sus manos en pintura para dedos (todos los regimientos Tau iban siempre bien equipados con estas y tantas otras cosas imprescindibles para sus campañas).

Al mismo tiempo, en el campamento, Gadrick el Resurgido era informado de la inminente llegada de los Hippies Espaciales y decidía dejar la organización de sus huestes demoníacas en manos de su fiel Heraldo Retone Aka Oner, un ancestral demonio menor, como indica su nombre. Aunque este hubiese preferido tirar la casa por la ventana e irse a vivir a Las Vegas, procedió obediente a rascarse la barriga (acción más que popular por aquél entonces) y a prestar más atención a los traseros de las Diablillas de Slaanesh que a ejércitos y regimientos. Al fin y al cabo, un ligero toque de Caos no iba a hacer ningún mal.

martes, 10 de julio de 2012

Estados

Alcanzar la felicidad es, en primer lugar, asumir el miedo a perderla
El ataque de la Voraz Bestia Bugblatter de Traal
Soy un tópico literario del tamaño de un edificio de oficinas
Luche por ti y contra ti, eso nos mató
Luchad por vuestras almas, no hay nada más importante
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Maldigo el día en el que se me ocurrió este titulo ↑
Sehnsucht dice: Alístense en el ejército (ver mundo, conocer gente interesante, y matarlos a todos)
Siento no dar la talla.